Por fin había llegado el día. Después de una semana esperando por ella, hoy iba a poder darle todo cuanto tenia para ella. Había sido muy concreta en su petición y eso me encantó al punto de no plantearme el mas mínimo cambio en su deseo. Bueno, alguno si.
Cuando llegó a casa, me senté con Victoria a tomar algo. Charlamos mientras mis manos recorrían sus piernas, presionando ligeramente aquí y allá, como distraídas, pero con toda la intención del mundo.
Cuando terminamos la bebida nos lanzamos a devorarnos a besos. Mi ropa voló por el salón. Apenas pude contener sus ansias el tiempo suficiente para coger la cámara.
- “Hoy lo vamos a grabar, Victoria, así que déjame bien seco”, le pedí.
De rodillas sobre el sofá, Victoria se aplicó a devorarme la polla. Se cogía a ella con ansia, su cara dibujaba una expresión de lujuria y gula que incendiaba aun mas mi deseo y hacia vibrar mi sexo. Sus labios rozaban mi glande y sentía su aliento y la humedad cálida de su saliva en él. Con calma fue tragándose todo mi miembro hasta que su naricita chocó con mi pubis. Completamente hundido en su boca, sentía la punta de mi sexo rozando su campanilla. No podía evitar, ni quería evitarlo, apoyé mi mano en su nuca y empujé contra mi. Un gemido ahogado por la rotundidad de mi sexo se escapó de su garganta.
Enfoqué la cámara sobre la imagen de sus labios recorriendo el talle de mi pene. Subiendo y bajando por él. Descubriendo la tensa piel de mi sexo, impregnada y brillante por su saliva, para hacerla luego desaparecer dentro de su boca.
Aceleró poco a poco el ritmo de su felación. Hasta que mi orgasmo anunció su llegada con un gemido gutural.
- “Victoria, me corro, me corro. Te voy a llenar la boca con mi leche”, avisé.
Me enganché a su pelo y tiré de él para clavarme, aun mas, en su garganta y derramarme en ella. Los borbotones de esperma se dispararon desde mis testículos hasta su campanilla, donde impactaron violentos y untosos. Con glotonería y como si de un batido de chocolate se tratara, Victoria, engulló y tragó mi esencia de macho y se incorporó mirando fijamente a la lente de la cámara. Traviesamente se relamió con mucha calma. Como una autentica viciosilla, mostraba su boca, aun blanquecina de mi semen, y su lengua, manchada con él.
- “Tragatelo, es todo para ti”, le dije.
Sonrío, picaramente. Y con una parsimonia incendiaria, se lo tragó todo. Rebañando con su lengua el resto y volviendo a tragar. Cuando se convenció de que había terminado con su postre, me mostró su cavidad bucal, abriendo la boca completamente y sacando la lengua, limpias de cualquier rastro de mi esperma.
Dejé la cámara en pausa y la incorporé. Nos fundimos en un beso frenético, salvaje, completo. Mi mano se deslizaba por su costado, marcaba el camino de su pubis y por fin se coló por debajo de la ropa interior. Su sexo apareció húmedo y ardiente al roce con la yema de mis dedos y su cuerpo reaccionó con un ligero temblor y un gemido derramado en mi boca directamente. Sus caderas comenzaron a moverse rítmicamente al son que marcaban mis dedos sobre su botoncito, inflamado por la excitación y por la estimulación directa.
Su respiración se entrecortó, sus labios temblaban al contacto con los míos, su cuerpo se entregó a disfrutar de un orgasmo ansiado y buscado, querido y anhelado. Su entrepierna se encharcó con sus fluidos al tiempo que sus dedos se clavaban en mi espalda, pegándose aun mas a mi y cerrando sus piernas, atrapando entre ellas mi mano y lanzando sus caderas en un vaivén frenético sobre mis dedos que terminaron de destrabar su éxtasis.
- “Como me pones, que ganas de tenerte dentro”, susurró en mi oido.
Me levanté del sofá y coloqué en la mesa la cámara con su trípode, la apunté hacia el sofá y le ordené mientras accionaba el botón de grabado.
- “Desnúdate, que vas a clavártela hasta la garganta”.
Mientras me colocaba de nuevo en el sofá, Victoria se deshizo de toda su ropa. Estaba parada delante mía y pude apreciar su excitación en la oscuridad de sus aureolas.
- “Cabalgame. Colócate encima mía y déjate caer sobre mi polla. Quiero que te la claves hasta las pelotas”, le dije perversamente, mientras mordía mis labios presa del deseo de partirle el coñito de un buen pollazo.
Se colocó a horcajadas sobre mi. Mirándome a los ojos fijamente, apuntó mi polla en la entrada de su vagina y cerrando sus ojos, se dejó caer sobre ella súbitamente. La sensación de sentir su cuerpo abrirse al contacto con mi polla, esa sensación de sentir la humedad de su sexo escurriendo por la piel de mi pene, mojando mi escroto y pubis, quedó plasmado en aquel gemido de placer que derramé contra su pecho. Ella respondió con otro gemido de placer. Un gemido que iba aumentando de intensidad a medida que aumentaba la cantidad de hombría que entraba en ella. Por fin se la hundió por completo. Se detuvo durante unos momentos sentada sobre mi regazo, sintiendo la totalidad de mi sexo dentro de ella, disfrutando de la sensación de estar colmada, de estar rellena, de estar plenamente ocupada por mi pene.
Tenerla allí empalada, notando los pequeños temblores que las paredes de su vagina transmitían a la dura extensión de mi talle, hacia que mis ganas de poseerla fueran mas allá.
Busqué sus pezones con mi dientes, los mordí, los lamí, los chupé con ansia y desesperación. Sus manos presionaban mi cabeza contra su torso, buscando mas intensidad, mas caricias, mas placer. Subí por su pecho hasta llegar al cuello y allí mis dientes se clavaron en su blanca y tibia piel. Sus músculos cervicales se contrajeron aprisionando mi cara. Mordí con mas fuerza aun. Gimió de placer, mientras sus caderas comenzaban a moverse en un vaivén hacia delante y hacia atrás. Cuando me separé de ella, la huella de mis dientes se apreciaba nitidamente en su epidermis. Sonrío maliciosamente. Con mucha delicadeza lamí la extensión de la marca. Victoria murmullaba con placer algo ininteligible.
Mis manos se apoderaron entonces de sus glúteos, y la ayudé, marcando el ritmo de la cabalgada, empujándola hacia mi.
Fui aumentando la velocidad del movimiento conforme sus gemidos iban transformándose en gritos. Estaba a punto de correrse de nuevo. Quería que se corriera de nuevo. Así que asiéndome fuertemente a sus glúteos la lancé en un frenesí de galopada. Cuando comenzó a chillar bestialmente, sentí su sexo licuarse en un nuevo clímax. Aproveché para darle un par de golpes de pelvis, que consiguieron que abriera sus ojos, incrédula de que aun pudiera entrar en ella un poco mas y rozar el fondo de su cueva. Una sensación indescriptible de dolor y placer que la obligó a clavarme los dientes en el hombro derecho al tiempo que descargaba parte de la intensidad de su placer en un alarido.
- “Date la vuelta, pequeña, quiero ver ese culazo botando sobre mi estaca y quiero azotartelo mientras te corres”, ordené satiramente, disfrutando del tono de mis palabras y de su mirada de placer al oírme decírselo.
Dificultosamente se incorporó dejando escapar mi sexo de su cavidad. Apareció ante mi, mi polla, brillante por sus jugos, apuntando al techo del salón y hasta mi nariz llegó el aroma de su sexo. Me embriagaba. Me excitaba.
De nuevo se dejó caer sobre mi polla y esta vez se apoyó en mis rodillas. Se incorporó hacia delante, regalándome una panorámica perfecta de su coñito, dilatado para albergar el grosor de mi pene, enrojecido por la excitación y el placer y resplandeciente por la cantidad de flujo vaginal que lubricaba sus labios mayores. Comenzó entonces a cabalgarme. Esta vez subía y bajaba por mi ariete, trepando lentamente para dejarse caer con fuerza sobre él. El chapoteo que me devolvía su coño incendiaba mi animo y una nalgada restañó en el salón, violenta e inesperada. Su reacción fue inmediata, un alarido de placer.
- “Massssssssssss”, me exigió lujuriosa.
No tardé en complacerla y la marca de mi mano derecha empezó a aparecer sobre sus glúteos, marcando perfectamente el contorno de mi mano y mis dedos. Las nalgadas reverberaban por el salón, confundiéndose con los alaridos de placer y las imprecaciones e insultos que me regalaba, retándome.
- “Mas fuerte, cabrón, dame mas fuerte, quiero acordarme de ti cuando me siente”.
No tardó de nuevo en chillar que se corría otra vez, y con una serie de espasmos nerviosos e involuntarios, se dejó ir de nuevo sobre mi polla. Que delicia sentir como su pozo se llenaba de jugos, como la humedad de su entrepierna aumentaba e inundaba mi entrepierna, mi pubis, mis testículos, goteando por entre mis piernas hasta el sofá.
Su cuerpo se tensó y una serie de estertores incontrolables recorrieron su espalda, haciendo que se moviera sobre mi polla, aumentando aun mas las sensaciones de su descarga.
Cuando su cuerpo se recuperó del éxtasis, cuando su respiración comenzó a volverse mas rítmica y de nuevo sus caderas comenzaban a moverse.
- “Túmbate en el sillón, que te voy a follar bien follada. Justo como te lo mereces”, le indiqué al tiempo que marcaba sobre su espalda con mis uñas seis trazos rojos desde sus hombros hasta el nacimiento de sus nalgas.
Obediente, se tumbó a mi lado y cogiéndose por las rodillas se ofrecía, completamente abierta a mi. Que visión, tumbada en el sofá, con sus tetas bamboleándose al ritmo de su respiración, con su hendidura abierta y expuesta, y con esa mirada de viciosa asomando entre sus pechos.
Coloqué sus piernas en mis hombros, dirigí mi polla a su agujero, dejando solo introducido en ella un par de milímetros de mi glande. Su cuerpo se movía expectante buscando mas cantidad de polla, como una viciosa hambrienta de que la taladren duramente. Cogí sus muñecas y sujetándolas contra el sillón y mirándola directamente a los ojos, le descargue el golpe mas violento de caderas posible.
Se quejó de dolor, esta vez se la había clavado hasta el fondo de verdad. Golpeando con ganas el fondo de su sexo, se retrajo momentáneamente por la sorpresa y por la sensación de estar rompiéndose por dentro, pero sin solución de continuidad me lancé a penetrarla con fuerza y rapidez.
Comenzó otra vez a gritar, a chillar, a querer librarse de la tenazas de mis dedos en sus muñecas. Intentaba expulsarme de ella empujándome con sus piernas, pero entre la postura favorable para mi, mi peso y la presa que hacia en sus muñecas sus intentos solo conseguían que me clavara en ella con mas intensidad, con mas placer y así en unos pocos empujones estaba a punto de descargar una nueva andanada de espesa esencia en su interior.
- “Y ahora te voy a llenar el coño. Quiero ver como te chorrea mi leche y quiero grabarlo, para poder ver cada vez que me apetezca lo zorra que eres Victoria”, la espeté autoritario.
No se hicieron esperar mucho la consecuencias deseadas y me chilló que otra vez se venia, que se venia conmigo, que quería acabar al mismo tiempo que yo.
Aumenté la velocidad de mis acometidas y cuando sentí por fin que me disparaba, me clavé de nuevo hasta el fondo de su sexo.
Nos corrimos los dos gritando, aullando, resoplando como animales salvajes enzarzados en una lucha de poder. No importaba quien ganase, no importaba quien perdiese, solo importaba el placer, el gozo, el éxtasis que nos hacia entregarnos, ella mojándome, encharcándose y yo vaciándome en su interior, contra el fondo de su sexo. Mi lechada blanca y grumosa golpeaba su interior aumentando las sensaciones de su propio goce y por las contracciones de su sexo del mio propio.
- “No te muevas Victoria, quiero grabar como mi leche chorrea de tu coñito”, le dije mientras aprovechando el momento en que mi miembro resbalaba fuera de su chocho, me acerqué hasta la cámara y la recogí, enfocando su sexo, rojo, húmedo y lleno de mi simiente.
Un pequeño rio blanquecino comenzó a correr por sus labios mayores, guiando su camino hacia el ano. No pude contenerme y ansioso, absorbí mi corrida, mezclada con sus flujos. Que extraña y placentera sensación.
- “Damela cabrón, dame tu leche calentita, déjame que me la beba, escupemela en la boca”, me imploró.
La idea me atraía. Me excitaba saber que era una tragona golosa, me excitaba saber que disfrutaba de mi sabor. Recogí, ayudado por mi lengua, toda mi corrida, limpiando su vulva de mi esperma y sus flujos. Coloqué de nuevo el trípode, enfocando esta vez solo su boca, abierta, su lengua voraz buscando mi regalo y cogiéndome a su cara me separé lo suficiente de ella como para poder observar como la primera gota de ese mejunje que era mi semen, sus jugos y mi saliva, se dejaba resbalar de mi boca y caía a plomo sobre su garganta.
Gimió, al sentir como el liquido de nuestro placer golpeaba su campanilla.
Dejando una buena ración de cóctel escurrir entre mis labios y jugando con ese goteron, lo escupí sobre su labio superior. Impaciente y sedienta recogía con su lengua y con su dedo hasta la ultima parte de engrudo, engullendolo. La ultima parte se la escupí directamente a la garganta. Con autentico placer sádico, esputé el resto de nuestras corridas en el fondo de su boca.
Cuando terminó de degustar mi regalo, me dejé caer a su lado. Puse de nuevo la cámara en pausa y paseé mi mano, distraída por su muslo. Nuestras respiraciones fueron calmándose al tiempo que nuestros cuerpos, cálidos por el esfuerzo y por las descargas de placer obtenidas, se juntaban el uno al otro para disfrutar del placer de ese calorcito añadido al nuestro.
Nos besamos con dulzura, con calma y por fin con mimo. Sonreímos, nos miramos con agradecimiento, teníamos esa expresión de dulce satisfacción que se queda plasmada en la cara después de una buena corrida.
- “Dentro de un rato, te voy a llevar a la cama, te voy a comer ese coñito tan rico que tienes hasta que te corras. Te voy a follar con mi lengua hasta que te corras. Te voy a chupar el clítoris mientras te follo con dos dedos hasta que te corras. Te voy a masturbar con tres dedos hasta que te corras. Te voy a meter toda la mano y follarte con ella hasta que este corras. Te voy a penetrar de lado y follarte y masturbarte el clítoris hasta que te corras. Voy a ponerte a cuatro patas y te voy a taladrar ese coñito de viciosa que tienes, hasta que te corras. Después seguiré un poco mas pero con mi dedo pulgar hundido en tu culito hasta que te corras. Te acostare boca arriba y te lo haré al misionero, mientras los dedos de mi mano derecha destrozan tu clítoris, mis dientes se encargan de tu pezón izquierdo y los dedos de mi mano izquierda pellizcan tu pezón derecho, hasta que te corras. Y entonces, te la voy a sacar y me voy a correr sobre tus tetas para poder disfrutar del espectáculo de ver como te las devoras para tragarte hasta la ultima gota de mi leche”, le susurré al oido, tomándome mis pausas para cada corrida, “Y lo vamos a hacer viendo este vídeo, para que veas lo zorra que eres, lo mucho que me pone y ademas lo grabaremos para que veas lo puta que puedes llegar a ser”.