Recorro con mi mano el mapa que dibujan, empezando por mis labios, inflamados y acorchados. Descendiendo por mi cuello, horadado de círculos carmesís. Continuando por mis hombros, marcados con la silueta de su dentadura. Bajando hasta mi pecho, arado de líneas rojas al final de las cuales se aprecia el nacimiento de una minúscula hemorragia. Recorriendo la línea de mi vientre, donde atisbo el reflejo de seis manchas coloradas. Y por fin recalando en mi pubis, mordisqueado.
No son más que los restos de cuanto ha sucedido. Testigos mudos, que cada vez que acaricio, reactivan la memoria física de cuanto ha ocurrido. Una memoria que vuelve a encender en mi el deseo, las ganas, la necesidad de otro enfrentamiento. Mi memoria me atenaza y me obliga a retroceder en el tiempo.
Me encuentro en la cama con ella. Sus besos están inflamando mi cuerpo, noto como asciende mi temperatura corporal. Desde mi bajo vientre una hoguera esta quemando mi piel, expandiendo su calor por mi interior, calentando mi sangre y mi mente.
Su cuerpo desnudo junto al mío no hace sino aumentar esta sensación de ardor.
Puedo sentir a través de los poros de mi piel como su cuerpo se va pegando al mío. Sus pezones marcándose en mi pecho, sus caderas moviéndose en busca de una caricia deseada y esperada, sus piernas abrazando mi cintura.
A través de mi pubis noto su calor interno, la humedad de su sexo que me atrae, deseo saborearlo, devorarlo, lamerlo, sentirlo en mi lengua. Pero su boca se esta ocupando de la mía. Sus dientes muerden mis labios sin compasión, a continuación su lengua calma el ardor que esto me produce.
Sabe hacer daño y sabe curar las heridas que produce.
Cada vez tengo más insensibles los labios, pero cuanto ellos no sienten yo puedo sentirlo a través de su fuerza, de su dentadura, de su lengua recorriendo el interior de mi boca.
Se arrastra por mi cuerpo, impregnando de rastros visibles y dolorosos cada rincón, hasta que engulle con su boca toda mi hombría. Su saliva moja mi piel, recorre mi sexo con su lengua, acaricia mi miembro, me excita con sus dientes al rozar mi piel. Juega conmigo, le encanta jugar conmigo. Juega a darme placer y dolor, pero no me duele. El dolor físico llega a través de mis nervios a mi cabeza convertido en un placer psíquico, mas dolor, mas placer.
Me besa de nuevo.
Su lengua recorre mi cuello, su respiración enfría el rastro de saliva que va dejando, mi piel se eriza, mi espalda se arquea, mi mundo se reduce a esta cama, a este encuentro, no hay mañana, no hay luego, sólo ahora. Por sorpresa aprisiona parte de mi piel entre sus labios, succiona, suelta, lo mira y sonríe. Repite. Sus dientes se clavan en mi hombro, puedo apreciar cada uno de sus blancos dientes hundiéndose en mi piel, mi carne se comprime entre sus fauces. Me esta devorando, me dejo masticar.
De un golpe estoy dentro de ella. Mi entrada brusca y placentera la obliga a apretar un poco más. Duele, pero excita. Mis músculos se contraen, mi deseo se expande, la penetro un poco mas. Un poco más profundo, un poco mas fuerte, quiero partirla por la mitad, quiero entrar totalmente en ella, quiero llenarla de mí, quiero ahogarme en ella.
Giramos, ahora estoy debajo de su cuerpo, sintiendo su peso, su cálida piel sobre la mía. Apoya sus manos en mi pecho y se incorpora, aun empalada en mí. Mi sexo esta completamente dentro de ella. Noto su pubis contra el mío, noto como su esencia moja mi entrepierna, su sexo esta ardiendo. Mis manos se aferran a sus hombros y la empujo contra mí. Sus uñas se clavan en mi pecho. Mi piel se rompe, un millón de agujas traspasan mi dermis y llegan hasta mi espalda. Me muevo rápido, deseo más, quiero más, necesito más. Su cuerpo se tensa, sus manos se aferran a mi vientre, sus piernas se cierran sobre mis caderas, tiembla, gime. Su cabeza se echa hacia atrás, un gemido sordo, profundo, contenido, sale de su garganta. La fuerza de su éxtasis se queda marcada en mi piel.
Rígida, tensada, entregada.
Giro una vez mas y queda de nuevo a mi merced. Yo marco el camino, yo dispongo de su placer, yo soy su dueño y a la vez su esclavo.
Continúo con mis bombeos, no deseo otra cosa que poseerla totalmente, hacerla mía, que chille mi nombre, que grite que es mía. Despierta del pequeño letargo de su clímax. Sus ojos me miran con una rabia indescriptible, sus manos llegan a mi espalda, marcan su territorio, me hacen empujar mas fuerte, me hacen entrar mas profundo. Marcan el ritmo, la fuerza, la presión, el tiempo.
Ella ordena con sus uñas perforando mi piel.
Al fin se acaba todo. Una descarga eléctrica recorre mi columna, tensando cada músculo, estimulando cada nervio, obligándome a sentir, a gritar, a dejarme ir. Mi corazón galopa, mis venas parecen a punto de estallar, mi mente se cierra, mi visión se apaga, me dejo ir.
Ella me posee.
Me vacío dentro de ella al tiempo que su sexo aprisiona el mío. Noto sus espasmos, sus contracciones, convulsiona en torno a cuanto de mí esta dentro de ella. Poco a poco siento un pequeño reguero de sudor recorriendo mi espalda, siguiendo su lento camino. Me paso la mano para secarme, no es sudor, su color rojizo me hace desearla aun más. La pruebo, su sabor salado me halaga.
No puedo entregar más de lo que soy y se lo he dado todo.
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