Del coche se baja una mujer, se acerca hasta mi ventanilla.
- “Buenas noches, ¿algún problema?”, pregunta dulcemente la desconocida.
Cuando reparas en ella, observas como su mirada glotona recorre tus curvas. Te imaginas que el escote que anuncia el nacimiento de tus pechos, ayuda o a lo mejor, tu minifalda, ligeramente subida sobre tus piernas, casi mostrando la unión de tus piernas. Pero lo mejor de todo es que tu le correspondes a aquella mirada deseo, moviendo ligeramente tus muslos, sonriendola picaramente y sobre todo, humedeciendote íntimamente.
Ella de repente empieza a hablarme al oído. El nerviosismo asoma a tu rostro por que una desconocida me esta cuchicheando y ademas parece que me gusta lo que me dice.
Un instante después me encuentro esposado al volante del coche. Paralizada por la sorpresa, observas como se dirige hacia ti, rodeando el coche. La lascivia brilla en sus ojos. Cuando llega a la altura de tu puerta, la abre y, sin esperar, de un tirón en tu camisa, arranca los botones y rompe el sujetador, dejando tus pechos al aire. Mientras tapas tus senos con tus brazos, tira esta vez de tu mini falda y deja a la vista tu pubis. No llevas ropa interior.
Tu sexo empieza a destilar sus jugos. Los pezones se inflaman de deseo, ansiosos por lo que sabes que esta por venir. Yo me excito por la situación, lo notas en mi miembro que a través del pantalón marca su tamaño.
Empieza a besarte al tiempo que masajea tus pechos. Tus labios no tardan mucho en acompasarse a sus movimientos. Tu lengua asoma tímida, pugnando con la de ella. La desconocida se entretiene con tus pezones. Los roza suavemente con la punta de sus dedos. Aprovecha para empezar a pasear sus labios por tu cuello.
Notas, sobre todo en la respiración entrecortada que escuchas a escasos centímetros de tu oreja y en el suave contoneo de sus caderas, que empieza a excitarse ella también. Te saca del coche y te lleva hasta mi puerta. La abre, destraba mi cremallera y saca mi pene.
Te arrodilla y tirando de tu cabeza hacia delante, te obliga a chuparme la polla. Con fuerza, con violencia, con rapidez te folla la boca con ella. Tus labios no dan mas de si. Las arcadas vienen y van pero nunca muy profundas.
Cuando estoy a punto de correrme, te la saca de la boca y te retiene frente a mi glande, regando tu cara con mi corrida. Sientes como mi leche, caliente y espesa corre por tus mejillas y tu cuello en dirección a tu pecho.
- “Que buena mamada le acabas de hacer”, dice relamiéndose, “Como me gusta haberme cruzado con una zorrita pervertida sumisa, como tu. Vaya traga-pollas”.
De nuevo te coge de la mano y tira de ti hasta el frontal del coche. Te echa sobre el capo del coche, separa tus piernas y empieza a tocarte el coñito. Dulcemente, con un ligero vaivén por encima de toda tu vulva, esparciendo tus incipientes líquidos. Cuando considera que estas suficientemente lubricada, de golpe introduce en ti tres dedos. Momentáneamente el dolor se refleja en tus ojos mientras me miras pidiendo auxilio, pero es solo un instante.
A la tercera inserción tu gesto cambia y empiezas a morderte el labio inferior, tu lengua remoja tus labios y empiezas a gemir. Tus flujos salen despedidos con la fuerza de sus dedos entrando y saliendo. El placer te alcanza en oleadas. La desconocida mezcla sus empujones con frases y palabras fuertes. Ha descubierto la zorrita que llevas dentro y lo va explotar al máximo.
Te tumba sobre el capo del coche y empieza a comerte el coño. Tus orgasmos vienen y van, tus piernas tiemblan con cada nuevo clímax. Aprovechando un descenso tras un orgasmo y tu postura, se sube a horcajadas al capo del coche y te ofrece su coñito para que lo lamas. Un coñito jugoso y calentito que aparece frente a tu boca.
Me suelto de mis grilletes y sigilosamente salgo del coche. Me coloco entre tus piernas y con mi miembro, duro y en su plenitud, apunto hacia tu coñito, ya dilatado por la estimulación de la desconocida. Cuando mas absorta estas en tu “tarea” oral, te perforo el coñito con un golpe de cadera salvaje y fuerte, sin piedad, comenzando una follada brutal.
Mis empujones son fuertes y pausados. Después de cada uno de ellos, la dejo unos segundos dentro de tu chocho, mientras ella te obliga a lamer todos los jugos que salen de su rajita. Tus gemidos vienen y van. Tus jugos corren por el interior de tus muslos. Te la saco y te doy la vuelta. Te obligo a chuparme la polla mientras ella se aplica con ansia a lamer tu coñito y así estamos hasta que estoy a punto de correrme.
- “Me voy a correr cerdas, poneros delante que os llene la boca con mi leche, glotonas”, les chillo mientras sujeto mi polla para evitar que una sola gota se desperdicie.
Os ponéis de rodillas delante mía y, gritando bestialmente mientras termino de masturbarme con furia, reparto mi corrida entre vuestras bocas. Una corrida que vosotras os encargáis de compartir, besándoos, y ya a dúo, me limpiáis la polla de todo resto de semen.
Las sorpresas aun no han acabado. Te coloco sobre el capo del coche. Sujetando tus manos y aplastando tus pechos sobre el frio metal. Nuestra desconocida, por detrás, te obliga a abrir las piernas y empieza a jugar con tu ano. Primero, un dedo se encarga de repartir una sustancia oleosa por el, después, un segundo dedo acompaña al anterior y empieza a follarte con ellos. Con su otra mano estimula tu botoncito, completamente henchido y asomando de su capuchón por la excitación y el placer acumulado en aquella “violación”, transmitiendo unas suaves descargas eléctricas sobre toda tu espalda.
Cuando empiezas a gemir, mi boca se acerca a la tuya. Es uno de mis mayores estímulos, alimentarme con tus gemidos directamente en mi garganta.
Cambia sus dos deditos juguetones por un consolador de tamaño pequeño que enciende y hace entrar y salir completamente de tu culito. Tu placer se centra en tu esfinter anal y en el trozo de plástico que esta perforándolo. No puedes evitar gemir como una gata en celo y te licuas en un nuevo orgasmo que moja tu sexo.
- “Y ahora, ella, te va a follar con un arnés”, te susurro al oido al tiempo que tus rodillas fallan por la intensidad del clímax.
Con un movimiento inesperado, entierra por completo aquella polla de mentira en tu ano. No te lo esperas. Te quejas. Al menos lo intentas, pero como sigo besándote te es imposible.
Una nueva polla ocupa tu coñito. Tu mente esta perdida. ¿De donde ha salido un hombre?, piensas, a la vez que disfrutas de sentirte completamente llena. Un segundo después, tu duda es aclarada por un pequeño zumbido que llega desde tu vagina.
Es ella, con dos consoladores, uno en tu coñito vibrando y uno en tu culo, quien empieza a follarte con una fuerza inusitada. Sus empujones hacen que tus pezones se restrieguen por la chapa del coche, produciendo una sensación extraña entre placer y dolor por la tirantez de la piel de tus perlitas.
Empiezas a gemir, a jadear, a gritar de placer. Mi boca ya no puede contener tus labios y dejo que te expreses en libertad.
- “Como me gusta verte así. Verte doblada sobre el coche, desnuda en mitad de la carretera, con una mujer detrás tuya follándote como la zorrita que eres, por el culo y el coño a la vez.”, le susurro al oido, mientras sujeto con mas fuerza sus muñecas y la miro directamente a los ojos para ver como el placer y el gozo, nublaba su vista. “Cada vez te esta follando mas rápido, cada vez mas fuerte, seguro que tu coñito lo esta sintiendo y tu lo estas gozando, zorrita”.
- “Que maravilla ver tus nalgas temblando al ritmo de sus embestidas, te la tiene que estar clavando hasta la garganta. Por que te esta corriendo como una cerda. La estas poniendo muy cachonda puta, la estas poniendo muy caliente y te va a reventar el culo follándote”, te grito.
Empiezas a pedir mas, a querer más y a chillar que te corres, que ya te vienes, que no pare.
Y no lo hace.
Tu cuerpo empieza a temblar, empiezas a desmadejarte al ritmo de sus embestidas, a correrte como una loca. Chillas con fuerza. Tus piernas empiezan a fallarte.
Cuando te recuperas de este clímax salvaje, no queda ningún rastro de nuestra desconocida, no has tenido tiempo de despedirte de ella, de agradecerle su participación, pero todavía queda una sorpresa.
Dentro de ti, ocupando tu vagina y tu culo, están sus consoladores.
- “Luego se los devolveremos”, te digo, sonriendo.
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