Tras
una nueva curva del camino, freno, me bajo del vehículo y te ayudo a
bajar. Mientras sales aprovecho para besarte, un beso húmedo,
caliente y largo, en el que nuestras lenguas se baten en duelo. Mis
manos empiezan a presionar tus pechos, buscando por encima de la
camiseta el resorte que te hace temblar, aquella protuberancia que
hace que tus gemidos se ahoguen en mi garganta.
Como me gusta oírte gemir mientras te beso. Tiro hacia arriba de la camiseta y quitandotela, tus pechos están ahora solamente protegidos por el sujetador, pero no resiste mi ataque frontal y pronto tus senos están desnudos ante mis ojos. Mis dedos, impacientes, juegan con tus pezones, la aureola de estos empieza a empequeñecerse y a oscurecerse, señal inequívoca de que mi tratamiento surte efecto.
Distraído
en ese momento, tu boca se separa de la mía y busca mi cuello. Tu
también sabes como hacerme temblar de excitación y así me tienes
vibrando al ritmo de tu lengua, de tus dientes, de tu aliento sobre
la sensible piel de mi cuello.
Tu
mano no pierde el tiempo, ya tiene en su poder mi polla y la
acaricias suavemente, haciéndola crecer, endurecerse en ella, pero
todavía falta lo mejor.
Disfrutas sintiendo como alcanza su máximo esplendor en tu boca y así me encuentro, recostado contra el capo de mi coche, mientras mis manos sujetan tu pelo, para que no entorpezca la felación que me regalas. Noto como, poco a poco, mi polla entra en tu boca, como tu saliva va humedeciendo cada centímetro de piel, como tu lengua, juguetona, va acariciando mi glande, buscando arrancarme gemidos del fondo de mi ser.
Una
descarga eléctrica sube por mi espalda, sabes que no puedo aguantar
semejante caricia por mucho tiempo y disfrutas de la posición
dominante que te da esto. Pero es algo efímero.
Con mucho
esfuerzo me separo de ti y cuando aun estás quejándote por no
haberte dejado disfrutar de mi corrida, te empujo sobre el capó del
coche y aprovecho para arrancarte el tanga violentamente. Separo tus
piernas y disfruto del espectáculo que se me ofrece. Tu coñito,
abierto, deseoso, mojado, caliente y latiendo de excitación. Mi
lengua se pasea por la unión de las piernas, apenas rozando tus
labios mayores. Un pequeño mordisco en el monte de Venus hace que te
arquees, buscando un contacto más íntimo, más profundo.
Mi
lengua se decide a buscar ese roce, apenas conseguido, que se
acompaña de tus primeros gemidos, tus manos sujetan mi nuca
intentando obligarme a seguir tu ritmo, pero disfruto de la dulce
tortura que supone que sea yo quien marca el ritmo. Unas veces suave,
unas veces fuerte, unas veces lento disfrutando de cada rincón de tu
sexo, otras veces rápido apenas cabeceando en tu clítoris, hinchado
y sensible. Cuando tus gemidos me indican que el orgasmo esta
llegando, un pequeño mordisco en la cara interior de tu muslo lo
ahuyenta por unos instantes.
Y
vuelvo a empezar.
Tu aroma impregna mi cara, tus jugos resbalan por mi barbilla, mi perilla empapada de ti, que delicia, que placer, que recuerdos. Por fin el orgasmo llega, sin avisar, salvaje, con los temblores típicos que me obligan a sujetar tus caderas para poder degustarlo y saborearlo, sentir en la punta de mi lengua como todo tu sexo vibra, como tiembla, como me regala tu esencia.
Sin
darte tiempo a recuperarte y aprovechando la posición, es mi polla
la que juega ahora con tu clítoris. Tus caderas buscan enfrentarme
con tu hueco, necesitas que esté dentro de ti. Y como soy un chico
muy obediente, de un solo empujón te penetro hasta dentro,
completamente enterrado en ti. Noto como tus jugos salpican mi
escroto. El sonido característico de las folladas acompaña cada
nuevo empujón, mientras tus uñas se quieren clavar en mi pecho.
Mis
manos se apoderan de tus senos y cumplen con la función de aumentar
tu placer. Una de mis manos baja buscando tu clítoris, esa caricia
que no puedes aguantar y que te lleva hasta el umbral de un nuevo
orgasmo.
Aquí es donde yo me manejo con soltura, una y otra vez te dejo en ese punto. Deteniendo mis caricias y desacoplándome de tu caliente lecho durante un segundo.
Tu
mirada me indica que cada vez te sienta peor, que no quieres que lo
haga, pero que deseas al mismo tiempo que no deje de hacerlo, que no
pare de alargar nuestro encuentro y así sigo, como unas diez veces
hasta que ya derrotada por fin me pides que termine con esta
placentera agonía, que te deje correr de una vez y que me corra
contigo, pero no son esos mis planes. No esta vez.
Cuando
por fin tu orgasmo llega, tus ojos se cierran, te muerdes el labio
inferior y tus manos aprietan mis brazos con fuerza. Tu cuerpo es
presa de un ataque de placer. Temblando y gritando de gusto,
descargas contra mí una oleada de flujo que encharca mi vello
púbico. Los estertores que te produce el orgasmo terminan el trabajo
que he comenzado y la fuerte descarga eléctrica que atraviesa la
base de mi polla, me indica que voy a eyacular.
En ese momento me salgo de ti, te bajo del capo del coche y te dejo caer sobre tus rodillas. Apuntando hacia tu cara, decido que esta vez mi esencia acabara en ella. Uno tras otro los espasmos van vaciando mis testículos, con cada nueva proyección tu cara se va pintando de mí y tu mano va recogiendo cada nueva aportación y llevándola a tu boca.
No
te puedes ni imaginar cuanto me gusta verte así. Chupas con deleite
cada dedo, mientras sigues buscando mas de mi esperma por tu cara y
cuando ya no queda buscas mi polla, para limpiarla de los restos de
mí y de ti y así poder degustar mis últimos jugos.
Nos
besamos apasionadamente, como si nos viéramos por primera vez
después de mucho tiempo separados.
- “La próxima vez seremos más”, te susurro al oído.
Tiemblas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario